Lamento mucho prever que con el absurdo periodo llamado “intercampañas” inicia lo que será la peor cara de la ya de por sí impresentable y siempre mal llamada “Cuarta Transformación”.

Esa absurda legislación electoral impulsada por el hoy presidente de la República cuando era opositor, le viene hoy como anillo al dedo para aumentar la estridencia mañanera mientras las aspirantes reales a sucederlo y el esquirol deben guardar silencio o por lo menos reducir su presencia pública.

La mesa puesta para una elección de Estado en marcha tiene como aperitivo la censura en contra de Azucena Uresti, una periodista incómoda al poder, como otros que han sufrido la embestida de quien niega ser dictador pero hace todo lo posible por serlo: reta a Loret, amaga a Ciro, acosa a López Dóriga y presiona como nunca a los dueños de medios de comunicación.

¿Qué sigue de entrada, sopa, plato fuerte y postre en esta mesa de la ignominia histórica en México?

El menú está claro: más falsas promesas de cambios constitucionales que no pasarán y cuya factura se endosará a la oposición; decretazos para aparentar el cumplimiento de promesas incumplibles como el rescate de mineros; derroche infinito de recursos públicos con fines electorales y endeudamiento paralelo para cubrirlo; inauguraciones de obas inútiles y endebles; abrazos a los malandros y balazos a los ciudadanos, incluyendo candidatos incómodos; más presencia de criminales en campañas y de militares en tareas civiles; enfermos sin medicinas y muertos sin cama hospitalaria; niños adoctrinados y papás improductivos financiados con dinero público; periodistas intimidados y lambiscones chayoteados.

Pero eso no es lo peor. Andrés Manuel López Obrador se muestra dispuesto a todo con tal de no perder la elección de este año, incluso -parece- a lo indecible: ¿crisis constitucional? ¿golpe de Estado? ¿Guatemalazo?

Ante este escenario ominoso, quedan dos caminos claros, disponibles, fáciles y a mano: tomar las calles el 18 de febrero para defender nuestras instituciones y los contrapesos al poder, y -sobre todas las cosas- acudir masiva, entusiasta, definitiva y pacíficamente a las urnas el 2 de junio.

Otra vez: así de simple, así de relevante. El futuro de México es un lugar común, un eufemismo. Porque, como nunca, estamos hablando del presente.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista