El New York Times publicó miles de mensajes de texto que revelan que prácticamente todos los niveles de gobierno, sus policías y el Ejército estaban compradas por el cartel Guerreros Unidos que asesinó y desapareció los cuerpos de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, al confundirlos en Iguala con un grupo criminal rival.

Esto dice el reportaje del rotativo estadounidense en su página de X, antes Twitter. Dé clic aquí para leerlo. 

Lea aquí el texto íntegro:

Es una revelación’: miles de mensajes de texto dan nuevas pistas del caso Ayotzinapa

Policías, militares y otros funcionarios se coludieron con un cártel que secuestró a 43 estudiantes en un caso que lleva casi una década sin resolverse. Unas intercepciones telefónicas muestran la ayuda que brindaron las autoridades al cártel en la desaparición masiva, y las circunstancias que llevaron a ella.

Natalie Kitroeff y

Esta nota forma parte de una serie de artículos en los que Natalie Kitroeff y Ronen Bergman han investigado los abusos por parte del ejército en México.

[Los mensajes de texto citados en este artículo se han transcrito textualmente sin modificaciones, por lo que contienen palabras soeces, faltas de ortografía y tipografía]

Tal vez sea el caso sin resolver más tristemente célebre de México: agentes de policía les dispararon a 43 estudiantes normalistas, los subieron a la fuerza en patrullas, se los entregaron a un cártel del narcotráfico, y los estudiantes nunca más volvieron a ser vistos.

Durante casi una década, el misterio ha atormentado al país. ¿Cómo fue que un grupo relativamente desconocido pudo cometer una de las peores atrocidades de la historia reciente de México, con la ayuda de la policía y el ejército que veían cómo sucedía el secuestro masivo en tiempo real?

Un amplio conjunto de alrededor de 23.000 mensajes de texto inéditos, declaraciones de testigos y documentos de investigación obtenidos por The New York Times formula una respuesta: prácticamente todas las ramas de gobierno en esa zona del sur de México llevaban meses trabajando para el grupo delictivo en secreto, lo que puso la maquinaria del Estado en manos del cártel y neutralizó cualquier obstáculo que se interpuso en su camino.

Los comandantes de policía cuyos agentes se llevaron a muchos de los estudiantes durante esa noche de 2014 habían estado obedeciendo órdenes directas de los narcotraficantes, según muestran los mensajes de texto. Uno de los comandantes dio armas a los integrantes del cártel, mientras que otro respondió a una instrucción de que persiguiera a sus rivales.

Militares que monitoreaban de cerca el secuestro pero nunca acudieron a socorrer a los estudiantes también había recibido sobornos del cártel. En los mensajes de texto, captados en intervenciones telefónicas, los traficantes y sus colaboradores se quejaban de la insaciable codicia de los soldados, y se referían a ellos como “putos” a los que tenían “en la bolsa”.

Un teniente incluso armó a sicarios vinculados al cártel y, según un testigo, ayudó a la policía a intentar ocultar su participación en el crimen luego de que los estudiantes fueron secuestrados y asesinados.