Acostumbrado a violar todo lo que no vaya con su fe transformadora, el presidente Andrés Manuel López Obrador señalo que “el INE, el Tribunal y la Suprema Corte del Derecho, que no de la justicia” se han convertido “como la Santa Inquisición” porque son las instancias de la Censura.

Lo contradictorio del caso es que el propio INE rechazó imponerle medidas cautelares por supuesta violencia de género contra la senadora del PAN y su principal rival Xóchitl Gálvez al suponer que no tiene ese orgullo de haber nacido en el barrio más humilde, alejado del bullicio y de la falsa sociedad y que, como mujer de raíces indígenas, vender gelatinas y tamales y acabe por ser ingeniera y dueña de una compañía millonaria.

Lo interesante del caso es que aquel Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México que se estableció por mandato del rey Felipe II en 1569, se encargaba de perseguir y castigar los actos contrarios a la fe, a las buenas costumbres y a la moral cristiana, además de que acosaba a los disidentes de los dogmas católicos y vigilaba los libros que entraban o se imprimían en la Nueva España para cuidarse de los “libros prohibidos”.

Ahora López Obrador compara esa posición pese a que él es el inquisidor que se encarga de perseguir y castigar a sus conservadores que son contrarios a la fe de las y los mexicanos con respecto a su supuesta transformación del país y que en su creencia, son mayoría, porque asegura que atentan contra las buenas costumbres de su proyecto, atacan la moral de los ciudadanos y sus programas del bienestar, que en el fondo tiene tintes electorales y los dogmas de su proyecto transformador, en los diarios ´neolibreales´’ pero dice que son esas instancias, que en una democracia real deben prevalecer con autonomía al poder ejecutivo, las que tratan de callarlo.

Lo único cierto es que el INE si se apegó a los mandatos electorales y la Comisión de Quejas y Denuncias aprobó nuevas medidas contra el Presidente tras una queja interpuesta por Xóchitl Gálvez, a fin de que se abstenga de pronunciarse sobre las elecciones de 2024 y, además, debe de eliminar o modificar las conferencias matutinas y versiones estenográficas de los días 10, 11, 14 y 17 de julio que hacen alusión a los procesos electorales de 2024.

Y mientras tanto, como el mandatario se presenta y presenta a sus corcholatas por ser auténticamente descendientes de Cuauhtémoc y mexicanos por fortuna y no lo pueden engañar con eso de los orígenes indígenas de Xóchitl Gálvez, quién tomo la decisión de interponer una demanda de amparo contra las últimas declaraciones de López Obrador en su contra, las cuales consideró violatorias de sus derechos humanos.

El detalle esta en que la llamo la ‘Mujer X’ pero el juez Octavo de Distrito en materia Administrativa, Martín Adolfo Santos Pérez, le dijo a la senadora panista que en un plazo de cinco días precise los actos reclamados, apercibida de que no hacerlo se tendrá por no presentada la demanda de amparo.

Por lo pronto, López Obrador dejo de hablar de Xóchitl en sus mañaneras y con su ‘No lo dije yo’, apunta los tiros hacía otros contrincantes de la oposición, pero entre su equipo morenista ya le hicieron segunda, como por ejemplo el legislador Manuel Robles, que se presentó ante la Fiscalía General de la República (FGR) para denunciar a Gálvez, por presunto enriquecimiento al amparo del poder público al igual que el ex alcalde de Miguel Hidalgo Víctor Romo que, después de siete años ahora dice si, la candidata del Frente Amplio se enriqueció de manera ilícita, hizo corrupción, ejercicio abusivo del poder y tráfico de influencias y lo dijo en la Fiscalía capitalina.

Y encima, Vicente Fox, a quién le queda el adagio de ‘no me ayudes compadre’, ahora lo acusaron en redes de antisemita, ofensivo y xenófobo por señalar que Sheinbaum, Ebrard y Adán no son hechos en el país y no son descendientes de Cuauhtémoc, como Xóchitl Gálvez la única mexicana.