Por Alejandro Rodríguez Cortés *

@AlexRdgz 

 Por supuesto que la mayoría de los espacios en la discusión político-electoral se refieren a la contienda presidencial entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum y en menor medida -aunque también es vital- a la elección de diputados y senadores que conformarán el Congreso de la Unión en unos cuantos meses.

Pero adicionalmente está en juego un importante número de gobiernos estatales, cuyos resultados también definirán el destino inmediato de México, porque pueden marcar un cambio de tendencia en la que Morena ha arrasado desde su fundación, para hoy estar al frente de 22 de las 32 entidades federativas del país.

En menos de 5 lustros, el partido de Andrés Manuel López Obrador se ha valido del arrastre presidencial, pero también de la ominosa entrega de gobernadores priístas y aún de recursos y fuerza del crimen organizado, para llegar a gobernar la mayoría de los estados del país, donde ya sólo 5 pertenecen al PAN, 3 al PRI y 2 más a Movimiento Ciudadano.

Este 2024 están en juego 9 ejecutivos estatales: la ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán.

Si son ciertas las expectativas generalmente aceptadas por tirios y troyanos -por supuesto los más sensatos y no los radicales ideologizados- Acción Nacional puede retener con cierta facilidad su bastión Guanajuato y la pacífica Yucatán, en tanto que el partido naranja puede hacer valer su fuerza en Jalisco, a pesar de los ridículos fosfo-fosfo y del cisma en el Palacio de Gobierno tapatío.

Aquí empieza lo más interesante: la soberbia morenista le impide al oficialismo reconocer el desastre de los más ineficaces gobernadores que se han visto en mucho tiempo lo cual, créanme, es ya mucho decir. Es así como los torpes Cuauhtémoc Blanco en Morelos, y Cuitláhuac García en Veracruz, tienen a sus entidades al borde de una rápida alternancia que sería el castigo ciudadano a la incompetencia y al caos que viven morelenses y veracruzanos.

Si a eso se agrega un cisma en Cuernavaca, que le negó la candidatura a la aspirante mejor posicionada que ahora abandera a la oposición, y una candidata jarocha que nació en Zacatecas y que es resposnable del embuste de la refinería que no refina, pues parece que la suerte puede estar echada.

Chiapas también es un desastre, pero un voto claramente dividido y la prevalecencia de control político por parte del Partido Verde, aliado de Morena, parece que puede perfilar una continuidad, lo mismo que en Tabasco, la entidad natal del presidente de la República, quien no puede permitirse perder el edén aunque su candidato sea leal pero absolutamente gris.

Queda Puebla, donde tan no se descarta una sorpresa que el candidato oficialista ha anunciado con bombo y platillos que el histórico Cuauthémoc Cárdenas Solórzano lo acompañará en su campaña. Veremos la factura pendiente que dejó el fallecido Miguel Barbosa.

Finalmente enn la capital del país, los vientos que vienen desde el 2021 en que la mismísima Sheinbaum perdió la mitad del territorio, hacen prever una elección tan cerrada que puede representar el fin de asi 30 años de gobiernos supuestamente izquierdistas, que la han mantenido desde 1997. Agruéguese una mala candidata que lo es a pesar de haber perdido la encuesta interna, y pues el resultado ahí está a la vista.

Es así como, indpendientemente del resultado presidencial y de que Morena no podrá ganar mayoría legislativa calificada, perder 6 o hasta 7 entidades en 2024 podría marcar otra señal del principio del fin en el desastre de la mal llamada Cuarta Transformación.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista