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Facebook: Raúl Alejandro Rodríguez Martínez

Tras 11 días de la invasión militar de Rusia a Ucrania, el mundo no ha parado de imponer severas sanciones económicas, financieras e inclusiva han comenzado a tocar fibras sociales y culturales. En diversos medios de comunicación, se ha dado cuenta de la creciente preocupación de la población rusa y su sector empresarial sobre las sanciones que el mundo les está imponiendo, al tiempo de que indicadores financieros y económicos de su economía se desploman. No obstante, al mismo tiempo el conflicto bélico en Ucrania no ha dejado de escalar. El ejército ruso avanza (más lento que lo previsto dada su superioridad militar frente a la del ejército ucraniano), ya ocurrieron dos sesiones de negociación de cese al fuego sin llegar a acuerdos sustanciales, Finlandia y Suecia amagan con adherirse a la OTAN y éste último organismo y Rusia siguen midiendo muy peligrosamente sus amenazas de confrontación que han puesto la humanidad más cerca que nunca de una Tercera Guerra Mundial.

Bajo todo este contexto, en el cual existe evidencia de que las sanciones si están generando el impacto deseado sobre la economía rusa en el corto plazo, con la expectativa de que su impacto se materialice también en el mediano y largo plazo pero también a la luz de los hechos de que lejos de mitigarse la determinación rusa por tomar Ucrania, ésta se ha transformado en una guerra más destructiva, ¿de verdad están surtiendo efecto las sanciones?

Aparentemente la humanidad había aprendido de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, cuando la carrera armamentista llevó a las súper potencias de Estados Unidos y la extinta Unión Soviética a un punto de no retorno, en el que había quedado muy claro que el siguiente conflicto militar entre las potencias del mundo marcaría prácticamente el fin de la humanidad como resultado de una confrontación con armas nucleares. Como resultado, se buscó priorizar siempre el camino de las instituciones internacionales, de la diplomacia y de acuerdos de “equilibrios de poder” entre Occidente y Rusia.

Las sanciones económicas y financieras pasaron a convertirse, consecuentemente, en la principal herramienta para desincentivar los conflictos bélicos en el mundo. Para comprender el arsenal de sanciones que se han impuesto a Rusia en estos últimos días, es importante retomar los antecedentes de la guerra que hoy nos atañe. La invasión de Rusia a Ucrania nos remonta a la anexión de Crimea en 2014 que también derivó en la creación de los estados separatistas de Lugansk y Donetsk, al sureste de Rusia. En ese momento, Occidente aplicó una serie de sanciones económicas a Rusia, significativamente menores que las actuales. Sin embargo, el impacto de aquéllas sanciones pudo ser más contundente en el corto plazo que las actuales. Es decir, si Rusia tenía previsto continuar con este conflicto que en 2014 culminó con los Acuerdos de Minsk, necesitaba “blindar” su economía de futuras y mayores sanciones.

En ese sentido, la economía rusa comenzó desde 2014 un proceso de “des-dolarización”. De acuerdo con información del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), el banco central ruso redujo significativamente la dependencia del valor de sus reservas internacionales en dólares, de representar 43% del total en 2014 a 16% a mediados de 2021. Por el contrario, comenzó a respaldar fuertemente sus reservas en oro y ganó terreno el yuan chino en las reservas rusas. Adicionalmente, la distribución geográfica de las mismas cambió dramáticamente. De situarse la mayoría de las mismas en Estados Unidos y Europa, se trasladó a China y Japón.

Por otro lado, la tenencia de valores gubernamentales de Rusia, de estar en Bonos del Tesoro de los Estados Unidos cerca de 200 mil millones de dólares en 2014, para mediados de 2021 se redujo casi en su totalidad (un año antes del estallido de la guerra con Ucrania). Otros indicadores dan cuenta de la “des-dolarización” de Rusia. Por ejemplo, el crédito a los hogares pasó de un 80% en dólares en el 2000 a cerca del 30% en 2020. Por su parte, el crédito corporativo del 50% al 30%, mientras que los depósitos del sector productivo del 50% a prácticamente 0%.

Otro componente fundamental de las sanciones y del que les platiqué la semana pasada fue el bloqueo de algunos bancos rusos del sistema internacional de comunicaciones SWIFT. Al respecto, les había comentado que Rusia ya había desarrollado su propio sistema de pagos, el SPFS, aunque todavía significativamente pequeño versus la transaccionalidad en SWIFT dadas las interacciones económicas y financieras con Occidente antes de la guerra.

De acuerdo con la información mencionada, se podría confirmar que Vladimir Putin ya estaba preparado para el impacto de las sanciones, aunque posiblemente no esperaba que éstas fueran aumentando y a ella se fueran adhiriendo sanciones unilaterales de más países en el transcurso de los días. Por lo anterior, para Putin era fundamental tomar Ucrania en menos de 72 horas bajo un “ataque relámpago”, situación que se le complicó significativamente más. En su estrategia, estaba consciente que a mayor tiempo invertido en la invasión, mayor el impacto que pudieran tener las sanciones sobre su país.

Pero al mismo tiempo, Putin y su gobierno están en una encrucijada. Pareciera que no pueden dar marcha atrás a su plan hasta conseguir los objetivos bajo el costo que sea. Pero al mismo tiempo, se esperaría que las sanciones vayan aumentando, lo que tampoco es benéfico para la economía mundial. La globalidad y la conectividad de la actividad productiva en todo el mundo trae como consecuencia que las sanciones impuestas a una economía como la rusa se regresen por los mismos canales comerciales, económicos y financieros al resto de la economía global.

En ese sentido, pareciera que el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania está poniendo a prueba, como nunca antes se había visto, el esquema de sanciones económicas y financieras como mecanismo para desincentivar conflictos bélicos (así como también ya puso a prueba al Orden Mundial surgido de la posguerra y del final de la Guerra Fría. Desafortunadamente, se reduce significativamente el margen de maniobra de Occidente para imponer sanciones, ya que cada vez más podrían estar traspasando esa muy sutil y delgada línea entre una sanción o una declaración de guerra.

Se sigue complicando el panorama económico internacional y para México no es la excepción. Este fin de semana, bajo la premisa de AMLO de garantizar que “el incremento en los precios de la gasolina sean siempre inferiores a los de la inflación”, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público acaba de lanzar un apoyo emergente para evitar lo anterior. Esto es resultado del significativo incremento en los precios de los energéticos como una de las consecuencias financieras de la guerra entre Rusia y Ucrania. La creciente escalada del conflicto va acompañada de un incremento sostenido en los precios de los energéticos, entre ellos, el del precio del petróleo mexicano y sus derivados como la gasolina.