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Facebook: Raúl Alejandro Rodríguez Martínez

Luego de varias semanas en las que Estados Unidos, Ucrania, Rusia y otras potencias europeas han buscado resolver por la vía diplomática el conflicto de carácter geopolítico en el que están envueltos, en la primera mitad de febrero quizás se ha alcanzado el punto más crítico de las negociaciones diplomáticas, cada vez con menos margen de maniobra entre las partes y más evidencia de un escalamiento militar, lo que ha incrementado de manera importante las probabilidades de que se desencadene un conflicto bélico entre Rusia y Ucrania (en primera instancia). De acuerdo con el discurso de los principales personajes que están involucrados en este proceso como Vladimir Putin, Joe Biden, Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Boris Johnson, Europa vive el momento más tenso desde tiempos de la Guerra y parece ser que ninguno de los dos bloques están cediendo algo de terreno en las negociaciones. Por lo tanto, cada vez más países se están sumando a la recomendación de que sus ciudadanos y personal diplomático que residen en Ucrania abandonen el país lo más pronto posible, al tiempo que Rusia sigue realizando prácticas militares con más de 100 mil soldados y su arsenal en las fronteras de Ucrania y Estados Unidos y la OTAN mandan armamento militar para el pueblo ucraniano.

Si bien todavía existe margen de maniobra y la esperanza de todos los países porque no se concrete un conflicto militar entre Ucrania y Rusia que pudiera involucrar también a la OTAN, lamentablemente ya se está comenzando a incorporar en las decisiones políticas, económicas, financieras y sociales la posibilidad de operar bajo un entorno de conflicto militar. Al menos ya los mercados financieros internacionales lo han venido resintiendo con un incremento en la cotización de los precios del petróleo y del oro en los últimos días.

¿Por qué se está dando este fenómeno? En lo que se refiere a los precios de los energéticos, es importante subrayar que ya venía observándose una tendencia alcista como resultado principalmente de: (i) la reactivación económica a nivel mundial en la medida en que la pandemia de Covid-19 ha ido cediendo terreno, y (ii) choques de oferta ante problemas la persistente y prolongada crisis en las cadenas de suministro a nivel global. Ahora está cobrando relevancia el factor “inminente invasión de Rusia a Ucrania y potenciales consecuencias bélicas en el Viejo Continente” y ha llevado al referente internacional del precio del petróleo del Mar del Norte, el Brent, a niveles de 90 dólares por barril con sesgo a superar los 100 dólares por barril en la medida en que escale el conflicto. Este fenómeno ocurre debido a que los mercados financieros internacionales le dan lectura a una guerra como un choque de oferta adicional para el suministro del energético y a la vez un choque de demanda ante la necesidad del recurso para echar a andar todo el arsenal militar que se estaría movilizando durante el conflicto bélico.

Como consecuencia, el mundo se vería impactado por una escalada en los niveles de los precios de otros energéticos como el gas, las gasolinas y otros derivados del petróleo. Como sabemos, el mundo ya sufre de una fuerte inflación (México, por ejemplo) como uno de los impactos que nos ha dejado la pandemia y una guerra en Europa vendría a “calentar” todavía más los precios.

Por si fuera poco, Rusia es de los principales exportadores, tanto de energéticos como de granos. En ese sentido, las presiones inflacionarias también se propagarían a otros precios de materias primas como la de los alimentos si se materializa el conflicto militar. Esto sería un riesgo adicional al alza para la inflación a nivel mundial.

Ahora bien, en el terreno de los metales preciosos, concretamente el oro, su persistente cotización al alza es consecuencia del pánico en los mercados financieros internacionales por la volatilidad que pueda generar una guerra sobre los precios de otros activos. Al final, el oro siempre ha funcionado como un refugio para los capitales ante eventos tan volátiles e inciertos como una guerra.

Dentro de otros activos en los mercados financieros, se esperaría una profunda depreciación de las monedas frente al dólar, principalmente el euro y el rublo ruso. Se anticiparía una fuerte salida de capitales sobre todo de Ucrania y de Rusia para refugiarse en otras economías desarrolladas como la estadounidense o inclusive emergentes como Brasil o México. Esas fugas de capitales se materializarían principalmente en instrumentos de renta fija, es decir, en bonos gubernamentales de esas economías dado que son menos riesgosos que instrumentos de renta variable.  En contraste, esperaríamos caídas en las bolsas, sobre todo las estadounidenses y las europeas.

En tanto, en la esfera productiva, los efectos de una guerra son muy diferenciados. Por ejemplo, actividades terciarias como el turismo en Europa, sobre todo para Rusia y Ucrania, se verían severamente afectadas. Por su parte, el comercio internacional se vería también impactado por el conflicto bélico. En contraste, la actividad manufacturera e industrial encontraría en la guerra un motor relevante que detonaría sus niveles de producción de manera importante, volviéndose el principal motor de la economía global.

Los elementos que hemos revisado anteriormente son implicaciones en el muy corto plazo y en el corto plazo. ¿Existirían impactos de largo plazo para la economía global? Si bien los keynesianos suelen salir al quite diciendo para este tipo de preguntas que lo único seguro es que “en el largo plazo todos estamos muertos” como una manera de aseverar que es difícil saberlo, definitivamente el conflicto que está enfrentando a Europa Occidental con Rusia (y ahí en una segunda derivada no debemos dejar pasar desapercibidos a sus aliados China e India) podría ser la gota que está derramando un vaso que se venía llenando desde hace al menos una década. Quizás no quisimos verlo pero el mundo ya estaba cambiando hace tiempo y el “largo plazo” ya nos alcanzó.

Este conflicto es un capítulo más en el proceso que Estados Unidos vive día a día en el que va perdiendo terreno en la esfera global frente a China, con Rusia como aliada haciendo cada vez más contrapeso a Europa Occidental y su aparato militar – la OTAN, que lleva tres décadas y contando expandiéndose hasta que Ucrania “coqueteó” con la idea de adherirse a la Organización. Es por eso que pareciera que Putin ya midió qué tanto puede apoyarse en China para mitigar el impacto sobre su economía en el momento en el que Estados Unidos y Europa desencadenen el “amenazante” paquete de sanciones económicas para Rusia y para los principales actores políticos rusos. Este juego perverso entre Biden y Putin pone de manifiesto que cada vez es más difícil para Estados Unidos utilizar los canales diplomáticos, económicos y financieros para resolver conflictos geopolíticos.