El sábado 5 de marzo pasará a la historia como uno de los episodios más funestos del balompié mexicano. Corría el minuto 70 cuando integrantes de la Barra Resistencia Blanquiazul, del equipo Gallos Blancos, Querétaro, comenzó a dispersarse para encapsular y emboscar a integrantes de la Barra 51, una de las más emblemáticas del Atlas de Guadalajara.

De acuerdo con testimonios en redes sociales, la seguridad era escasa: unos 600 elementos para controlar colectivos que apoyan a sus equipos que rebasan los tres mil integrantes. También, acusan que fueron ellos mismos quienes abrieron las rejas que separan las secciones del Estadio La Corregidora para que los integrantes de la Barra Resistencia Blanquiazul fueran al encuentro con aficionados atlistas. La consigna era golpear a todo el que portara una playera de los rojinegros.

Las imágenes y videos que circulan en redes sociales son desgarradores: familias corriendo por el centro del terreno de juego buscando un refugio. Incluso, la de un niño aficionado del Atlas que tuvo que quitarse la camiseta para evitar ser agredido.

Las cifras oficiales hablaron de 26 heridos. Tres de ellos de gravedad. Incluso uno fue trasladado a la Ciudad de México. Sin embargo, la información ha sido escueta y para muchos no corresponde con la realidad de lo visto en una batalla campal nunca antes vista en el máximo circuito del futbol mexicano. Hombres desnudos, inconscientes y bañados en sangre.

En 2017 se vivió el primer episodio entre ambas barras. Otro más en 2013. En ambos se jugaba la permanencia en Primera División en el que los Gallos Blancos sacaron la peor parte. Pero ahora se habla de algo más serio. De acuerdo con Reforma, la emboscada se habría dado por órdenes de un supuesto huachicolero que opera en San Juan del Río, Querétaro y tiene viejas rencillas con un integrante de la Barra 51 quien a su vez pertenecería al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Este evento, que no es uno más en el futbol mexicano, ya no es de aficionados, sino de seres violentos que han encontrado en esos “grupos de animación” una justificación para actos violentos en su “intención de apoyar a muerte los colores de su equipo”.

Lo que debió haber sido una fiesta. Un sábado familiar disfrutando del futbol se convirtió en un terreno de lucha, en el que muchos corrieron por salvar su vida. Se murió la tranquilidad en el futbol y los que viven fuera de sí se han apoderado de las tribunas.

La vergonzosa réplica de las barras bravas, importadas desde Sudamérica, fue una apuesta por las directivas para, ¿tener controlada la venta de droga y cerveza afuera y dentro de los estadios? ¿El boletaje? Quizá los directivos que por años han apoyado y solapado conductas criminales nos deban una respuesta. Pachua, América y Pumas son los equipos que deberían poner el ejemplo y deshacerse de esos líderes que obtienen boletaje gratis para luego revenderlo.

El domingo 27 de febrero, la noticia de un fusilamiento en San José de Gracia, Michoacán, se replicó en las primeras planas. Un domingo después, las mismas primeras planas fueron sustituidas por una campal en…un campo de futbol. En ambas se murió una parte (más) de la tranquilidad de los mexicanos.