Por Jesús Franco.

Los años electorales tienen algo de magia. Antecedido el vaivén político por la temporada navideña, quienes aspiran a contender por un puesto de elección popular desdoblan sus maquinarias en tierra y la arena digital.

Muchos de ellos llevan un tiempo considerable aceitando sus estructuras. Con dinero, proyectos o meras promesas de que un cambio (como se quiera entender) llegará pronto. Sin embargo, lo que pocos dicen es el cómo partiendo de los peros, trabas y obstáculos que se puedan encontrar en la burocracia (en cualquiera de sus niveles).

No es ningún secreto a voces que hoy existe una izquierda fuerte, encarrerada a seguir arrasando en las urnas y una oposición sin candidatos que representen los anhelos del electorado. Una oposición que ha reciclado viejas fórmulas, como aquella que dice que “la izquierda mexicana es un peligro para la nación”. Lo peor: siguen reciclando políticos. No hay ninguna disrupción. Ni en discurso. Ni en personas.

Pero también en la izquierda hay retos importantes. Uno de ellos es la autocrítica y no caer en el triunfalismo anticipado que puede generar grietas profundas en un movimiento que debe seguir siendo de la gente. Quizá esa sea una parte el talón de Aquiles de la nueva izquierda mexicana. También, tomar en cuenta que las juventudes deben ser ese relevo generacional tan necesitado en la política mexicana. Casos ya los hay, pero necesitamos que no sea una “excepción a la regla”, sino la regla.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) sigue buscando desesperadamente deshacerse de los suyos. Les ha dado la espalda a estructuras históricas y probadas. Desde una dirigencia que se ha enfrascado en un discurso agreste, no ha logrado ofrecer ninguna renovación. Por ejemplo, en el Estado de México se ven las mismas caras y una dirigencia que no ofrece nada nuevo.

Si hablamos de Acción Nacional o del Partido de la Revolución Democrática las pifias no sobran. La última: un documento en el que el líder nacional blanquiazul, Marko Cortés, reveló la repartición de candidaturas, ratificación de un magistrado y direcciones previo a la elección de Gobernador en Coahuila.

Y del Sol Azteca ya poco se puede decir. Un partido que secuestraron caciques y no lo soltaron hasta acabar con él. También, de a poco Movimiento Ciudadano se convierte en el plató de un gobernador influencer que busca con todo su ego ser el próximo mandamás de ese instituto político que lo encumbre en el próximo periodo a la Presidencia de México.

Ya vemos candidatas, candidatos y discursos impregnados o de esperanza o de “terror” por lo malo que puede ser estar con la Cuarta Transformación. Más allá de eso, lo que se busca y espera es no caer en las eternas y gastadas fórmulas y pasar del dicho al hecho. Lo de siempre: lo que la gente quiere es ver caras nuevas. Caras, pasiones y reputaciones que tengan un compromiso con la sociedad y no con intereses personales.

Bienvenido el año electoral.