Durante el último año hemos platicado en numerosas ocasiones sobre los bancos centrales. De hecho, la política monetaria es uno de los temas que más tomamos en cuenta al momento de hacer nuestros análisis macroeconómicos y elaborar nuestros – aún invictos – pronósticos a final de cada año.

Hoy en día, la esperanza que el mundo tiene depositada en los bancos centrales para virar la economía y llevarla a tierra firme se desvanece. Por más de un año y medio hemos analizado detalladamente las decisiones de los banqueros centrales para rescatar el barco en el que estamos a bordo, pero por más decisiones que tomen, la economía no responde. Parece que los bancos centrales soltaron el timón de la economía y sólo hacen política monetaria con la esperanza de que alguna estrategia pegue en el blanco.

Durante años, los inversionistas y los gobiernos depositaron su fe en las decisiones monetarias del banco, aunque esas decisiones – como los incrementos en las tasas de interés – sean píldoras difíciles de tragar. Cada vez que los bancos centrales están a punto de publicar sus decisiones, los mercados de capitales son los primero en moverse. Ahora, los mercados cuestionan las habilidades de los bancos centrales para aliviar el estrés en la economía, porque después de casi 2 años de incrementos en tasas de interés, las decisiones monetarias no han mejorado la situación y los inversionistas sí se han visto afectados.

Para ser honestos, no todo es culpa de los bancos, la delicada situación política es una variable que afecta a la economía y no hay mucho que los bancos puedan hacer al respecto. Un ejemplo de ello son los elevados precios de la energía – consecuencia de la invasión rusa – que incrementan la inflación. El Gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, declaró que el banco ha enfrentado múltiples impactos repentinos y que desafortunadamente no hay mucho que hacer al respecto. Philipp Coggan analista para el Financial Times publicó que “admitir la impotencia [por parte de los bancos] es algo incómodo. Si los bancos no merecen ser culpados por los brincos en la inflación, tampoco merecen el crédito de mantener los precios a raya por los últimos 30 años”.

Que el Gobernador del Banco de Inglaterra haya admitido no poder hacer mucho para contrarrestar la inflación es grave. Recordemos que, además de las decisiones monetarias que se llevan a cabo, es responsabilidad de un Banco Central mantener las expectativas de la gente positivas, de lo contrario, las mismas personas harán más difícil la recuperación económica. Si las personas entran en pánico, volveremos a presenciar un caos como lo fue la economía en 1970.

La mayor prueba de fe – al menos para los inversionistas – ocurre en el mercado de capital. El pasado mes de junio el famoso índice S&P 500 – el cual resume el comportamiento de las 500 mejores empresas en el mundo – cayó más de 20%. Ante esta noticia, todos los inversionistas esperaban una pequeña ayuda de la Reserva Federal – como un recorte pequeño en la tasa de interés – pero lo que recibieron fue el mayor incremento que se ha visto en la tasa de referencia desde 1994. Claro que los bancos centrales no giran en torno a los activos financieros, con la elevada inflación hundiendo el barco, es prioridad frenar la subida de los precios, aunque si esto hubiese sucedido en otro momento, estamos seguros de que el Banco Central sí les hubiese “echado una mano”.

Poco a poco los inversionistas pierden la fe en las decisiones monetarias porque saben que lo que el banco diga y haga será una medida para combatir la eterna alza de la inflación, sin importar qué tanto afecten las decisiones al mercado de capital.

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